Genara, Melissa, Katia y Priscila tienen, por lo menos, tres cosas en común. Son egresadas de la UDEP, son profesoras, y, la más importante, tienen un profundo amor por la filosofía.
Por Elena Belletich Ruiz. 12 noviembre, 2024.Genara Castillo Córdova, licenciada en Educación y en Administración de Empresas; Melissa Llauce, abogada por la Universidad de Piura; y, Priscila Guerra, comunicadora, también tienen en común el grado de bachiller en Artes Liberales con mención en Filosofía, otorgado por la UDEP. Katia, por su parte, también estudio Derecho, realizó estudios de Filosofía en Artes Liberales y es máster en Filosofía con mención en Antropología Filosófica.
Todas reconocen como referentes en la docencia y en el saber filosófico a los doctores Luz González y Luis Eguiguren, personajes clave en el surgimiento de la especialidad de Filosofía. Y, para Priscila, Melissa y Katia lo es también la doctora Genara Castillo.
La filosofía es un canto a la realidad
Genara estudió Artes Liberales con mención en Filosofía en la Facultad de Humanidades; pero, su hambre de aprender y comprender la llevaron a cursar también Educación, Administración de Empresas y un doctorado en Filosofía y Letras. Desde hace más de 30 años se dedica a la docencia y a la Filosofía en la UDEP.
“La filosofía es para mí es un canto a la realidad. Amarla conlleva el afán de conocerla y el conocerla es poseerla, es alcanzar la verdad que, como la realidad, es inagotable. Siempre se puede avanzar más en el conocimiento y posesión de la verdad”, sostiene con firmeza.
La profesora de la Facultad de Humanidades y del PAD-Escuela de Dirección de la UDEP comenta: porque “la realidad es muy amplia, ya que es tanto la humana que es muy compleja, como la del universo y la divina (…) por fuerza hay que acotar uno de aquellos ámbitos. Me he dedicado más a profundizar en la realidad humana, que involucra la unidad cuerpo y alma, sensibilidad y racionalidad, individualidad y sociedad, acción humana, ética en el campo familiar, educativo, empresarial, laboral, político, económico, social, etc.”.
Genara dice que la atrajo la filosofía y la posibilidad de descubrir la verdad cuando estaba en el colegio. “Cuando dos años después llegué a la universidad buscaba esa verdad radical, la más profunda, y eso la da la filosofía. Ahí surgió con más intensidad el anhelo de poseer la verdad para entregarla; por eso me he dedicado a la enseñanza. Es una hermosa tarea continuar buscando y alcanzando la verdad para darla, más aún en las circunstancias actuales en que estamos tan necesitados de la verdad en sus múltiples aspectos y especialmente de la verdad con V mayúscula que es la Verdad divina”, anota.
Un encuentro trascendental
Melissa Llauce, también profesora de la Facultad de Humanidades, recuerda cuando en su primera clase con el doctor Eguiguren se quedó fascinada “con lo que es la Filosofía, con el alfabeto griego, con el ‘Thaumazein griego’. Sí, aunque suene romántico, me atrajo indiscutiblemente esa búsqueda de la Verdad, y ese ‘amor por la sabiduría’ al que invitaba la Filosofía”, comenta. Agrega: “Pasaron los meses, y empecé formalmente la especialidad de Filosofía mientras seguía estudiando Derecho. Piezas claves en este inicio son los doctores Luis Eguiguren y Luz González”.
“La especialidad ha sido desde hace 30 años parte del corazón de la universidad. Muchos hemos pasado por alguna de sus clases y estoy segura de que, con alegría y orgullo, podemos decir ‘yo también fui alumno de la especialidad’. Este camino no estaría completo sin el encuentro que tuve con la doctora Castillo, ya en los últimos años como alumna UDEP”.
Luego de 13 años dedicada a la filosofía y su enseñanza y en los 30 años de la especialidad de Filosofía, Melissa afirma que esta ha sido: “encuentro, reflexión, amistad, dedicación, tiempo extra, sonrisas, muchas lecturas, aprendizaje y enseñanzas (..) en maestros y alumnos se ha vivido y se encarna el espíritu humanístico de la Universidad de Piura”.
Mirar la realidad con admiración
Katia Gonzales, profesora de Filosofía y directora de estudios de Campus Lima, recuerda la primera clase de Filosofía “como un punto de quiebre, un antes y un después”. Y, en cuanto supo sobre la posibilidad de estudiar esta materia de modo más profundo, no dudó en apuntarse.
“No sabía lo que implicaría en mis estudios a corto plazo ni a mediano, y mucho menos en mi vida”, expresa. De lo que sí estaba segura era de que le fascinaba pensar la verdad: “Cuando escuchábamos sobre la búsqueda de la verdad, no solo eran ideas o estudios de textos. Vivíamos espacios de conversación, un auténtico diálogo honesto. En nosotros iba quedando la huella de lo que significa caminar en esa búsqueda con amigos, de distintas carreras, eran diálogos en los que siempre estábamos acompañados por los profesores (…)”, subraya.
Refiere, asimismo, que en la Especialidad de Filosofía “se vivía esa honesta intención de formar el hábito de mirar la realidad con admiración, sabiendo que es compleja y que uno de los “tips” para hacer del mundo un hogar es mirar siempre con amabilidad, con gratitud, con espíritu de novedad”, acota.
Comprensión del hombre y de la realidad
Priscila Guerra Lamadrid estaba en segundo año en la Facultad de Comunicación cuando conoció la especialidad. Al terminar ambas, se dedicó a la docencia de la Filosofía en la UDEP, mientras estudiaba una maestría en Antropología filosófica. Actualmente, cursa un doctorado de Filosofía en la Universidad de Navarra (España) y dicta Ética a los estudiantes del doble grado (Periodismo y Filosofía) en dicha institución.
“Conforme progresaba en ambas carreras, en la filosofía encontré un punto firme. Comprendí que la meta de mis estudios en la universidad se hacía manifiesta en la profundización filosófica, y que todas las dedicaciones eran como peldaños para llegar a ella. Poder indagar su ‘paisaje’ fue un privilegio que fortaleció mis inquietudes intelectuales. Esta formación entregaba más significación a otras ocupaciones, y con ella se ‘topaba de puntillas’ la comprensión del mundo que nos rodea. Cada asignatura del plan de estudios de Filosofía era un caldo de cultivo en la comprensión del hombre y de la realidad”, comenta Priscila.
Refiere que, en las clases, “¡se hacía vida el amor por la sabiduría! Lo digo no solo porque ese aprecio impactaba a los alumnos, sino porque los profesores lo transparentaban”. Por eso, dice, “toparme con la filosofía fue como encontrar un diamante al que no podía perder el rastro”.